martes, 28 de abril de 2009

I: El vínculo afectivo

A la hora de entablar una relación afectiva las personas se comportan de modos muy distintos. Algunos se muestran desconfiados, evasivos o ansiosos mientras que otros no tienen ningún miedo a abrirse a los demás. Unos parecen esperar el rechazo y otros la aceptación. Pero, ¿qué hace que seamos tan diferentes? ¿Somos igual de seguros o inseguros en la infancia y en la edad adulta? ¿Hemos tenido que aprender a amar?

El amor es un tema que ha dado muchos quebraderos de cabeza, tanto a quienes lo viven como a quienes tratan de investigarlo. Los psicólogos han estudiado esos lazos de amor que nos mantienen unidos a otra persona y le han dado el nombre de vinculación afectiva o apego. Se define como una relación afectuosa, recíproca, activa y fuerte entre dos personas. Son relaciones que proporcionan sentimientos de seguridad y cuando una persona se ve privada de ellas se siente sola o inquieta. Es decir, echamos de menos a la persona a quien amamos (llamada en psicología figura de apego). Esto es algo que no ocurre con otro tipo de relaciones cuya finalidad es proporcionarnos guía, compañía, diversión, oportunidad de compartir intereses comunes, intercambiar opiniones o sentirse necesitado, etc.

Empezando a amar

La formación de la relación afectiva depende tanto de la madre (o principal cuidador) como del hijo, de manera que ambos están contribuyendo en mayor o menor medida a su desarrollo y mantenimiento. Durante los primeros meses de vida casi cualquier conducta del niño puede promover afecto y ternura en la madre: lloran, sonríen, miran a los ojos, emiten sonidos o balbucean, etc. Este comportamiento empuja a la madre a acercarse y responder a sus necesidades, de forma que el niño se da cuenta de que cuando llora alguien está ahí para consolarlo, darle cariño y alimentarlo.

¿Cómo se desarrolla el afecto a través del tiempo?

1. Antes de los dos meses, los bebés se consideran uno con el mundo y responden del mismo modo ante cualquier persona.

2. Hacia las ocho a doce semanas aparecen las primeras señales de cariño: lloran, sonríen y balbucean más ante la madre que ante otra persona.

3. A los 6 o 7 meses empiezan a mostrar ansiedad ante los extraños y buscan a su madre para que les dé seguridad.

4. Hacia los 9 o 10 meses suele aparecer la ansiedad de separación, que perdura hasta los 2 o 3 años. Forma parte del desarrollo normal del niño y sucede porque ya es plenamente consciente de que es un ser independiente y separado de su madre y el mundo.

5. Durante el periodo que va de los 10 a los 18 meses la principal actividad de los niños consiste en explorar el mundo. Pero esta exploración implica también inseguridad; puede sentir miedo y verse amenazado por el ambiente que le rodea. Por eso, antes de adentrarse en el mundo, necesita saber que hay alguien que lo protege y a quien puede recurrir en caso de necesidad y que le dará su apoyo y consuelo. Por tanto, si el proceso no ha sido adecuado, pueden tener problemas a la hora de lanzarse a descubrir el mundo. La unión con la madre se manifiesta aquí en forma de continuas comprobaciones para asegurarse de que está cerca, entrelazadas con constantes incursiones y exploraciones del ambiente. Este dilema (permanecer junto a la madre frente a explorar) también puede dar lugar a conductas contradictorias. El niño puede seguir a sus padres como una sombra y pegarse a ellos como una lapa y más tarde salir disparado como una flecha tanto alejándose de ellos como en su busca..

Cuidado con lo que esperas...

Cuando se encuentran en situaciones ambiguas, los individuos ansiosos tienden a hacer interpretaciones más negativas sobre la conducta de su pareja que los seguros (por ejemplo, pueden pensar que si su pareja se separó de ellos en un aeropuerto fue a propósito y no porque se despistara).

Este tipo de interpretaciones puede hacer que con el tiempo vaya disminuyendo el grado de confianza mutua. Una persona que entra en una relación con expectativas de seguridad estará más predispuesta a buscar el apoyo de su pareja y provocar en ella la respuesta que desea, mientras que una persona predispuesta a esperar un rechazo podría mostrarse tan evasiva con su pareja que al final ésta acabara rechazándola, lo cual confirmaría sus expectativas y le evitaría la molestia de tener que plantearse sus creencias y cambiarlas por otras, aprender nuevas formas de amar, nuevos estilos de comportamiento, etc. Lo que sucede es que para algunas personas es más cómodo buscar una realidad que se ajuste a sus expectativas que cambiar sus creencias para ajustarlos a una nueva realidad, incluso aunque ésta sea más deseable. De este modo, se ha visto que muchas personas acaban manteniendo tipos de relaciones que confirman sus creencias a pesar de que, como la mayoría, prefieran, a la hora de enamorarse, una persona atenta y cálida que sepa responder a sus necesidades.

Cuando te vas...

La reacción de tu pareja ante la posibilidad de una separación (por ejemplo, cuando uno de los dos tiene que pasar unos días fuera por motivos de trabajo) te ayudará a hacerte una idea de lo segura o insegura que se siente tu pareja. Los que estén en las categorías de evasivos temerosos y de ansioso-ambivalentes se sentirán preocupados ante la separación, pero reaccionarán de manera distinta. Si pertenece al primer grupo no expondrá sus temores ni te dirá cómo se siente ante la perspectiva de que te alejes, incluso aunque piense que si le quisieras de verdad te olvidarías de ese "absurdo cursillo". Tú, sin enterarte de nada de lo que pasa por su mente, creerás que no hay ningún problema y podrías encontrarte al volver con un rechazo por parte de tu pareja cuyo origen desconoces. Si conoces el estilo de vinculación de tu pareja y tienes en cuenta todo esto podrás intentar hacerle hablar antes de irte y tratar de darle seguridad. Los del grupo ansioso tratarán de impedir que te vayas y puede que incluso tiendan a enfadarse. No te dejes arrastrar por sus emociones o sus posibles estallidos y trata de explicarle con calma cuáles son tus motivos y recordarle que tus sentimientos son sinceros y estables.

Vinculación evasiva.

Paciencia

Iniciar una relación con alguien que manifiesta desconfianza y distanciamiento desde el principio puede resultar difícil. Se trata de una persona que necesitará tiempo antes de empezar a hablar de sí misma. Los evasivos se muestra reservados y es posible que tengas la sensación de que pasa el tiempo y sabes muy poco de él o ella. Trata de indagar (si te deja) en sus anteriores relaciones de pareja y en el comportamiento de sus padres durante su infancia. Procura mostrar siempre un comportamiento estable y seguro.

No le ates demasiado

No le niegues la libertad y la independencia que necesita y no pienses que con el tiempo conseguirás que cambie. Ten en cuenta que no estás manteniendo una relación con la persona que podría llegar a ser sino con la que es en este momento. Acepta a tu pareja tal como es. Es importante tener claro lo que buscas en tu pareja y lo que ésta puede darte.

Los evasivos dan poco y piden poco.
Averigua si a pesar de no pedir mucho de ti, en el fondo está esperando que le des más o si prefiere mantener cierta distancia e independencia. Si lo que sucede es que pide poco (apoyo, intimidad, contacto físico, etc.) debido a que teme o espera un rechazo, ten esto presente y demuéstrale que estás disponible y que no es rechazo lo que va a obtener de ti. La consistencia y la estabilidad en tu comportamiento pueden ser claves a la hora de relacionarte con este tipo de personas (si bien esto es algo importante con cualquier tipo de vinculación insegura).

Vinculación ansiosa.

La pasión

Los ansioso-ambivalentes se aferran a su pareja, quieren formar parte de ella como si temieran que se les pudiera escapar de un momento a otro. Todavía llevan dentro al niño que se volvía continuamente para comprobar que su madre seguía allí y no se atrevían a alejarse demasiado de ella. Es una persona que te va a querer mucho (a veces puedes pensar que demasiado) pero también te va a pedir mucho y exigirá tu atención más de lo que lo haría una persona segura. Necesitará que le pruebes tu amor continuamente y verá la relación amenazada fácilmente, por lo que puede mostrarse celoso y enfadarse a menudo.

Vigila sus estallidos

Debido a que son los más propensos a los estallidos emocionales, podrías encontrarte con ataques de celos y agresividad. (En los evasivos también pueden producirse estos estallidos debido a que tienden a reprimir sus emociones hasta que no pueden más). Ten cuidado de no caer en una trampa de la que puede ser difícil salir: puedes estar con una persona que te quiera mucho y de verdad pero que al mismo tiempo te hace sufrir debido a su inseguridad unida a la gran necesidad que tiene de tenerte a su lado. Ese amor y esa dependencia podría hacer que siguieras con él o ella y mantenerte en una relación destructiva. Si está siendo así no dudes en cortar la relación. Por supuesto, incluso entre las personas con una vinculación de este tipo existen diferencias individuales y no necesariamente tiene que conducir a una relación problemática

Estilo de apego, personalidad y psicopatología.

Autoestima

En general, los seguros tienen una autoestima más alta y se ven a sí mismos como amistosos, afables y capaces. Aunque tanto los seguros como los evasivo-devaluadores tienen niveles de autoestima más altos que los demás, en los seguros ésta deriva, principalmente, de la buena opinión que los demás suelen tener de ellos, mientras que en el otro grupo deriva de sus habilidades y competencias.

Los ansioso-ambivalentes se consideran a sí mismos poco inteligentes e inseguros y los evasivos se describen como suspicaces, escépticos y retraídos.

Psicopatología

La psicopatología es más frecuente en personas con un estilo inseguro. Los depresivos suelen entrar en la categoría de ansiosos o temerosos. Personas con problemas como bulimia o anorexia nerviosa tienen también más probabilidades de ser inseguros, así como los hijos de padres alcohólicos.

Maltrato y violencia

Los ansiosos tienen más probabilidades de imaginar actos violentos, que parecen derivar del malestar que sienten con parejas que frustran sus intensas necesidades de amor.

Entre los hombres que maltratan a sus parejas se vio que es mayor el número de ansioso-ambivalentes y temerosos (los dos grupos que presentan niveles más altos de ansiedad). Ambos grupos tenían también más probabilidades de verse envueltos en relaciones que implicaban agresividad por parte de ambos miembros de la pareja.

La rabia que acompaña al apego ansioso entre adultos parece extenderse al modo en que tratan a sus hijos, de manera que los padres que maltratan a sus hijos tienen más probabilidades de ser categorizados como inseguros.

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