martes, 28 de abril de 2009

EL ROL DE MEDIADOR DEL MAESTRO DE PREESCOLAR EN EL PROCESO DE INCLUSIÓN



En la presente ponencia se busca dilucidar el rol del maestro preescolar en los procesos de inclusión como mediador, que a través de dar intencionalidad, trascendencia y significado a su que hacer con los niños, potencia en ellos no solo el desarrollo cognitivo sino a demás el respeto por el otro y la aceptación de la diversidad como aspecto inherente al ser. Propone entonces al maestro como mediador social.

La diversidad entendida como desemejanzas entre los seres humanos es la postura que supera la connotación “necesidades educativas especiales” comprendida como una necesidad especifica que se desprende de una situación de discapacidad, esta sugiere unas adaptaciones que le permitan al niño seguir dentro del sistema educativo. Dicha connotación toma fuerza en el paradigma de la integración que tuvo su mayor auge en la década de los años noventa, fue precisamente su evolución lo que permitió llegar a entender la diversidad como diferencia y no como limitación; es decir, al ubicarse en una posición integracionista se esta haciendo referencia a que algo anda mal en el niño y por ello se debe integrar, mas al considerarse esta posición como rotuladora, basada en el déficit mas que en la potencialidad, los movimientos que en antaño lideraron la búsqueda de equiparación de oportunidades para la población en situación de discapacidad, son los mismos que hoy lideran las propuestas de atención a la diversidad.

Plantear hoy la diversidad, es romper con lo “homogéneo” noción que tiene su origen en las ciencias exactas y que con los positivistas se extiende al estudio e interpretación de lo social; pensando en que el universo era homogéneo el papel de la ciencia era descubrir las leyes regulatorias, las cosas más variadas, incluidos los seres humanos, las sustancias, las cualidades eran objeto de medición y clasificación. Merced a esta “cualidad del universo, lo diverso fue reducido a la verdad única de leyes matemáticas”.

La propuesta homogenizante enfatiza en lo uniforme, lo igual y universal, refiriéndose no solo a las instituciones sino a las personas mismas y ha sido y es aún la propuesta que prima en los programas educativos de América Latina.

La diversidad de los seres humanos, no solo entendida como se define comúnmente: “variedad, diferencia”, sino entendida además como aparece en el diccionario de la real academia: “concurso de varias cosas distintas”, desde el enfoque que nos ocupa ha sido considerada como una amenaza mas que como oportunidad.

Por intolerancia a la diversidad, se llegó en la edad moderna a xenófobas racistas discriminantes y exclusoras que derivaron en catástrofes sociales, argumento que se ha utilizado para plantear el agotamiento de la modernidad como proyecto emancipador del hombre. Por intolerancia a esa diversidad y como triunfo de la concepción homogenizante se ha llegado en la educación inicial ha tener como parámetro de desarrollo escalas por edades que poco dejan a la influencia del contexto y de otros factores que contribuyen al desarrollo individual de cada niño. Este hecho ha permitido también en la educación la adopción de aquellos mecanismos de control, creados para alumnos PROMEDIOS (homogéneos) que señalan como diferente todo aquel que no alcance los parámetros establecidos y por ello no pueda hacer parte del sistema.

Como lo plantea Lady Meléndez (2002) “ de cara al nuevo milenio, el tema de la diversidad surge como una consecuencia lógica de una historia que deriva, aunque muy tensionalmente, en el acontecer de una sociedad pluralista” ¿Qué escenario puede ser más propicio para formar en la pluralidad que la educación inicial y preescolar?, ubicarse en este nivel es pensar en aprovechar el máximo potencial de desarrollo humano que se da precisamente en los primeros años, es empezar al derecho y no al revés, es aquí donde los seres humanos realizan todo ese proceso que se ha llamado individuación que le permitirá ser único e irrepetible, pero a su vez dicho proceso se da en un espacio de socialización por el solo hecho de nacer inserto en una sociedad; dos procesos que se dan a la vez que le permiten al ser reconocerse como único más no una unicidad vista desde la soledad sino desde el grupo es este el momento de formar a los niños en la innegabilidad de la diversidad.

El ambiente donde el niño se desarrolla ahora no es solamente el ofrecido por la familia es también el que generan los programas de atención que han surgido al esta transformarse. Al realizar una mirada histórica se evidencia que pocos son los factores que han influido en las perspectivas de los diferentes países en cuanto a la atención de los niños. La proclamación del año 1979 como el año de la niñez, tuvo una gran incidencia en el interés que estos colocaron a la atención de esta población en la década siguiente, esto llevó a la promulgación de normas y decretos encaminados a la creación de programas que asumieran como objeto mejorar la calidad de vida de los niños.

En la década de los años ochenta los programas pensados para la atención a la niñez confluyeron en la búsqueda de la supervivencia de la población infantil, dicha mirada se dio más desde la salud que desde el desarrollo integral de los niños (especialmente en los países denominados del tercer mundo); la industrialización y los movimientos hacia las ciudades, además de los multifacéticos transformaciones sociales que se han dado, han hecho que la atención a dicha población sea mirada desde diferentes perfiles, no solo como atención directa la cual ha sido de las más consolidadas en los diferentes programas.

No se puede desconocer la importancia de los programas de atención a la niñez, que se dieron en la década comprendida entre 1979 y 1989 y de otros que se dieron años atrás(basados en la declaración de ginebra de 1924 y en la declaración de los derechos del niño 1959 entre otras), después de 1989 los programas aún centrados en la supervivencia de los niños bajo la influencia cualitativa de la convención, involucraron tres frentes que tienen que ver con el desarrollo integral: la supervivencia entendida como el derecho a la vida, a la salud y a la alimentación; la protección que enmarca el derecho a la libertad, al respeto, a la dignidad, a la convivencia familiar y comunitaria, es decir el derecho a la integridad física, psicológica, moral y el desarrollo del niño que contempla el derecho a la educación, a la cultura, a la recreación y a la profesionalización, como se dijo anteriormente estos factores los hace visibles la convención.

Los programas de atención luego de 1989 se han diversificado buscando atender los numerosos perfiles que dicho trabajo requiere, según Myer se deben asumir no solo los centros sino además: programas para padres de familia, atención del niño en relación con los proyectos de generación de ingresos para mujeres, atención al desarrollo del niño en contextos domiciliarios, programas sobre niños con discapacidad, programas educativos en general y programas de salud entre otros.

En consecuencia no se desconoce la importante movilidad que han tenido los programas de atención a la niñez en los últimos treinta años, el incremento de la supervivencia de los niños como lo plantea Myers (1993) ha posibilitado que de 13 niños, doce sobrevivan (esto en los países del llamado tercer mundo), la pregunta que se deriva de ello sería ¿qué hacer con los 12 que sobreviven?, obviamente la respuesta seria garantizarles oportunidades que les permitan mejorar su calidad de vida.

Las metas de desarrollo para la niñez a nivel del mundo que se proponen no solo en “la cumbre mundial a favor de la infancia 1979”, sino también en la convención de los derechos del niño, trae aparejado consigo el derecho a la educación visto como oportunidad de desarrollo. Se entiende el derecho como una construcción social, es decir, los derechos son conquistas de la humanidad que buscan avanzar en el reconocimiento de la persona. El articulo 28 de la primera parte de la convención plantea el derecho del niño a la educación con el fin de que se pueda ejercer progresivamente en condiciones de igualdad de oportunidades, los estados definen un numero de deberes a cumplir buscando tal fin.

Es de anotar que los primeros años son de gran importancia en cuestión de desarrollo y de consolidación de procesos no solo cognitivos sino además morales, comunicativos y sociales. “Atender el desarrollo de los valores básicos en los niños es altamente prioritario en un mundo sacudido por la violencia, pero que busca la paz, en un mundo que se enfrenta a la degradación del medio ambiente, pero que procura soluciones sanas y de cooperación y en un mundo donde el afán de consumo y el individualismo parecen estar por encima del altruismo, la cooperación y la solidaridad como valores básicos ”.

El escenario de desarrollo donde se incluyen los niños y las niñas no importando su credo, su origen, o su discapacidad debe ser la escuela, es en el preescolar donde mayor tolerancia y apoyo hay entre pares y donde menos afectan las diferencias ya que los niños ven la diversidad como algo natural, es la sociedad la que a las diferencias les va dando connotaciones que posibilitan situaciones de exclusión, es la actitud del docente y quizá la de los padres de los niños que se consideran “normales” la peor barrera.

Un maestro de este nivel que históricamente ha tenido el rol de facilitador del proceso de aprendizaje, debe comprender el papel que tiene como mediador no solo del desarrollo del niño sino además de su rol en la inclusión de estos a la escuela, ha quedado muy claro: al hablar de inclusión se esta visualizando una propuesta pedagógica-didáctica que permita atender a TODOS los niños y niñas.

Es importante ahora desagregar la concepción de “mediador” que la presente ponencia da al maestro de preescolar. Kojeve en 1986 plantea la noción de mediación como uno de los pilares constitutivos del sistema de Hegel. “Según Hegel la existencia misma de la actividad humana depende de la transición entre una actividad inmediata, de tipo animal, orientada a satisfacer necesidades y que coincide con la capacidad de cada animal concreto, y la satisfacción de necesidades del ser humano, que depende de la actividad de otras personas” . La anterior postura filosófica deja abierta la alternativa de una gran gama de posibles mediadores, tal es el caso del maestro de preescolar; sin querer asumir una posición dogmática planteo el rol de mediador del maestro como uno de los más importantes no solo en el desarrollo de los niños sino como mediador de los procesos de inclusión, acompañado éste con el de los padres de familia, esto sin querer dejar al margen a un maestro pilar fundamental en la construcción de seres críticos reflexivos transformadores de su entorno pero siendo enfática que es en los primeros años donde se da curso a los valores.

Asumiéndolo desde el plano sociológico se podría plantear en palabras de G. H. Mead (1974) que la interacción entre el individuo y el entorno siempre es mediada por significados que se originan fuera del niño, significados del mundo de las relaciones sociales.

Vigostky (1978-1986) en su teoría de la actividad mediada propone tres clases de mediadores: instrumentos materiales, instrumentos psicológicos y otros seres humanos, este último mediador es el que hoy nos ocupa máxime cuando el significado de la propia actividad se forma por la mediación de otra persona; es decir en su propuesta la mediación está estrechamente vinculada con la noción de función simbólica. “El mediador humano aparecía en primer lugar como portador de signos, símbolos y significados” .

La tendencia anotada en los párrafos anteriores notoriamente ha influenciado diferentes escenarios, uno de ellos ha sido el educativo, tal es el caso de la propuesta de enriquecimiento instrumental del psicólogo Israelí Feuerstein y sus colegas, desprendida de la Experiencia de aprendizaje mediada (MLE) la cual se podía resumir reducidamente como interacción mediada entre el niño y los estímulos del entorno que posee una calidad especial.

¿Es entonces posible identificar al maestro de preescolar como mediador? Ubicada en la propuesta de Vigostky o en la de Feuerstein que trata de precisar aspectos de la primera, el maestro es un mediador: Humano para Vigostky, Externo para Feuerstein.

El papel de mediador del maestro de preescolar en los procesos de inclusión, es entonces el de un dador de significados, el de un investigador incansable de “mediaciones pedagógicas” que posibiliten la aceptación, el reconocimiento y la atención a la diversidad, entendida en su magnitud, diferencias que en vez de ser homogenizadas se deben potenciar y es en la temprana infancia el período de vida donde los seres humanos consolidan de la mano con las personas que los rodean los procesos que los diferenciaran el resto de vida, es aquí donde se consolidan en el niño los procesos de individuación y de socialización.

De la anterior reflexión podrían surgir preguntas como ¿No ha sido siempre ese el rol del maestro? podría responder que ese debía ser, más desde los perfiles que se le ha dado a esta profesión, el rol ha sido generalmente el de facilitador del aprendizaje, enfatizando en el desarrollo cognitivo y en la personalidad, perspectiva adecuada en el momento histórico que se dió. Hoy en una sociedad que se moviliza de acuerdo al modelo de desarrollo imperante y de las necesidades que éste demanda, el enfoque neoliberal promueve la globalidad como el más grande avance de los tiempos, necesita para seguir reproduciéndose población eficiente y eficaz que le aporte movilidad. Desde el punto de vista económico una parte de la población deja de ser necesaria, esto ha llevado a que los procesos educativos en todos los niveles estén invadidos de cierta racionalidad instrumental funcionalista que forma personas preparadas para competir caracterizadas por su falta de solidaridad. Esta formación pareciera ser la función de la institución educativa siendo más bien la manifestación de la derrota frente a lo “inevitable” a partir del replegamiento hacia el individualismo.

Los maestros tienen un nuevo compromiso: Dotar de significado sus acciones para que éstas sean significativas para los niños. Basar su mirada más que en los contenidos en las competencias que los alumnos deben lograr para poder ascender adecuadamente en su desarrollo no solo cognitivo, sino además social. Construir espacios de socialización que tengan en cuenta valores, es decir, promover la cultura de la protección y solidaridad del otro. Pensar el aula de clase como ámbito de discernimiento de la diversidad. Priorizar entonces la acción colectiva la cual permitirá espacios para vivir la desemejanza.

Es desde aquí desde donde se plantea el nuevo e importante rol del maestro de preescolar, en cualquier etapa que este ubicado, ya sea en la educación inicial o en la preescolar.

Para poder ser un mediador, siendo coherente con la experiencia de aprendizaje mediado el maestro debe tener en cuenta tres criterios:
  • La intencionalidad que deben llevar implícitas sus acciones y en esa intencionalidad obviamente se determina su postura, un maestro que crea que sus alumnos deben desempeñarse de manera muy parecida o igual así trate de transmitir el mensaje contrario jamás lo podrá hacer.
  • La trascendencia comprendida como ir mucho más allá de la tarea, criterio que ha existido siempre el cual se evidencia en la trascendencia cultural que se le da a ciertos actos o situaciones en las diferentes culturas y es lo que el maestro de niños y niñas debe lograr, buscando que el mensaje de aceptación y reconocimiento a la diversidad trascienda el aula de clase y sea un norte que oriente la vida misma del niño hoy, adulto mañana.
  • El significado todo acto, reflexión, acción tiene un significado, el mismo hecho de ir a la escuela es significativo, criterio inseparable de la trascendencia, el maestro es movilizador de significados y eso es precisamente lo que necesita hoy el mundo: personas que reflexionen y llenen de significado todas sus acciones, cuando se dote de significado todas las reflexiones se sabrá lo importante que es el otro sea parecido o diferente, ese día se determinará que la diferencia es un valor, mientras más diferentes sean las personas más se puede aprender del otro, ese día podremos decir que se vive la pluralidad, ese día se estará consolidando la democracia como forma de vida.
El rol del maestro de preescolar en los procesos de inclusión es el de mediador social, se estaría entonces aportando a la construcción de un proyecto social alternativo que es lo que expresa en su propuesta política democrática.

Según estos planteamientos se llega a un nuevo punto de la educación, donde el maestro además de estar preparado para abordar sin discriminaciones la diversidad la promueva. “Solo así podemos comprender los retos actuales del multiculturalismo como la posibilidad de formar ciudadanos en procesos educativos con base en el reconocimiento del otro como interlocutor válido y de constituir sociedad civil a partir de las diferencias, con base en la cooperación”.

Si el mundo es plural, multicultural, los maestros deben de formar ciudadanos para el mundo que entiendan y acepten la pluralidad como la virtud más grande inherente al hombre. Como lo plantea Juan Carlos Tedesco (2003) la escuela debe reasumir un rol contracultural bajo los riesgos que esto libera, donde al alumno se le enseñe a ser solidario, reflexivo, “ciudadano” y se le planteen nuevamente los valores de la convivencia ¿qué mejor escenario para empezar este enfoque que los ambientes generados en las instituciones que se ocupan por la atención a la temprana infancia? ¿No es allí donde se deben fomentar los consensos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario